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¡Me ha tocado la lotería! ¡Puedo votar desde el extranjero!

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¡Salta la sorpresa!: voy a poder votar en estas elecciones europeas. ¿Y esto por qué me tiene que interesar?, os preguntaréis. Pues porque, a diferencia del 96% del 1.720.000 personas residentes en el exterior -un porcentaje significativo de ellas, como yo, nuevos migrantes, los expulsados por la crisis-, voy a poder ejercer mi derecho al voto. Se dice pronto: apenas 70.000 solicitudes han pasado la criba y de esa cantidad ínfima todavía hay un porcentaje significativo que no han recibido las papeletas a tiempo. Vamos, que es casi como si me hubiera tocado la lotería.

¡Si se puede! ¡Si se puede! ¡Me encantan esos partidos minoritarios míticos! (Y no lo digo por el Partido X, que me pone mucho).

¡Si se puede! ¡Si se puede! ¡Me encantan esos partidos minoritarios míticos! (Y no lo digo por el Partido X, que me pone mucho).

Y encima, por si fuera poco…¡le tengo que dar las gracias a la Subdelegación del Gobierno en Valladolid! Yo, que había preparado un post totalmente meneable, de esos que hacen envejecer años al bueno de nuestro Subdelegado, sonreír a los funcionarios disidentes y añadir carpetillas sin fin a nuestros incansables agentes de la Brigada de Información Provincial -a los cuales mando un cálido saludo, por cierto-, yo, decía, me veo obligado a darles las gracias públicamente.  ¿Y cómo es posible que ocurra algo así?

Como ya sabéis los que seguís este blog, llegué a Montevideo en abril de 2013. Me inscribí en el registro consular a las dos semanas, sobre todo para estar seguro de que lo que cotizase en Uruguay se añadiese a la exigua cantidad de meses que llevaba contribuídos en España (luego, de propina, me quitaron la tarjeta sanitaria, que ya se sabe que después volvemos de visita y vamos al médico de cabecera en masa a hundir los hospitales públicos). Cuando me inscribí, el funcionario de turno me preguntó si quería votar desde Uruguay. Le dije que si y me describió el procedimiento: la embajada mandaría mi solicitud a la Junta Electoral, que a su vez mandaría el alta de empadronamiento en el CERA (el Censo de Residentes y Ausentes) a mi casa de Montevideo. Yo luego solo tendría que rellenar la papeleta adjunta y mandarla por fax a la oficina electoral de mi ciudad de origen, y ellos me darían de alta para poder votar, bien en la embajada, bien por correo. Me pareció un poco enrevesado, pero las primeras etapas del proceso se cubrieron sin problema: recibí la papeleta de marras el 23 de abril por la mañana y la vi cuando volvía a casa ese día por la noche. Me daba de margen hasta el 26 para mandar “por fax o correo postal” mi solicitud a la Junta Provincial del la Oficina del Censo Electoral de Valladolid.

Y aquí empezaron los problemas. Entre Uruguay y España hay una diferencia de cinco horas y no es habitual (al menos yo no he los he encontrado) que haya faxes públicos. En mi trabajo no tenemos y al final, el viernes (el último día era el sábado) pedí un permiso y me acerqué a una oficina de ANTEL, la compañía estatal de comunicaciones (sí, sí, han leído bien: estatal. Aquí no se la regalaron al compañero de pupitre de turno y continúa siendo un servicio público. Y bien que va).
Todo bajo control: el dependiente, muy amable, comienza a enviar el fax al número que sale en la papeleta y, oh sorpresa, nadie contesta. Es un número de teléfono normal, no da señal de fax y como son las 11 AM en Montevideo, 16h en Valladolid, no hay nadie para atender. Lo intento cinco veces y desisto. Decido levantarme a las ocho de la mañana del sábado, pensando que la oficina estará abierta al menos hasta las 14 hora española. Me pego el madrugón, localizo un hotel donde, tras mucho rogar, acceden a mandarme el fax y, sorpresa, sorpresa, el teléfono que suena en el vacío. Nadie contesta y no salta la señal. Desesperado (porque me apetece votar, aunque solo sea por mostrar mi aprecio y cariño a los partidos que tan sabiamente nos han gobernado) opto por la salida desesperada: en mi teléfono tengo todavía el número de fax de la Delegación de Gobierno de Valladolid. Les hemos envíado decenas de notificaciones de movilización quinceemeras, así que agarro un folio y explico la situación. Les solicito que admitan la papeleta como recibida en el registro ese sábado, dentro de plazo, y que la envíen el lunes a la oficina electoral de Valladolid.

Este es el tipo cosas que ha definido la relación Delegación - 15M Valladolid. Yo, de ser ellos, estaría mosca.

Este es el tipo cosas que ha definido la relación Delegación – 15M Valladolid. Yo, de ser ellos, estaría mosca.

Sabía que no iba a ocurrir. No dudo de la probidad de los funcionarios de la delegación, pero, junto con otros compañeros, hemos sido responsables de cosas como esta. Lo más probable era que tirasen a la basura la solicitud y de hecho, como la fecha límite para recibir las papeletas en mi casa, era el 5 de mayo, me lancé alegre y contento a expresar mi cabreo por las redes. ¡Y de repente resulta que no! Esta mañana ha llegado el cartero con las papeletas y podremos votar. Por lo tanto, nobleza obliga, que Delegación de gobierno no tendría porqué haber tramitado la solicitud. Es más: viendo los disgustos que les he dado, hubiera comprendido el reciclaje de la instancia como papel higiénico. Y no, se han tomado el trabajo de descrifrar la letra, admitirlo en registro y explicar la situación el lunes a la oficina del censo electoral. Así que es obligado decirlo igual de claramente que cuando les he criticado: MUCHAS GRACIAS. Ha sido un ejemplo de servicio público -ahora si, sin ironías-, encomiable. Puedo votar gracias a ellos, y saben bien que no es un voto que les vaya a beneficiar, así que les honra. Plasplasplasplas.

Esto no quita lo valiente, claro: aunque mi compañera y yo podremos ejercer nuestro derecho al voto, Valenciano y Cañete pueden estar tranquilos: la inmensa mayoría de la gente emigrada en Montevideo -y en el resto del mundo- figurará entre el 60% de abstencionistas y el PPSOE podrán anotarse una victoria tan cómoda como pírrica. Pírrica porque por mucho que nos dificulten el proceso, hay algo que no van a poder tarifar: la pérdida bestial de legitimidad y las ganas que muchos tenemos de pillarles en las urnas. Nos vemos en 2015, majetes.


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